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QUE MIERCOLES QUIEREN LOS HOMOSEXUALES??

Publicado: 2011-03-13

Los homosexuales han dejado de ser un colectivo injustamente discriminado -el enfermo debe curarse, no segregarse- para convertirse en el modelo a seguir: la bisexualidad como panacea. Pero su modelo, se me replicará, es el no-modelo, el “yo deconstruido”, la absoluta permisividad dentro del respeto. Eso deja de ser creíble cuando se observa la reacción organizada, totalitaria y agresiva que provoca en ellos cualquier moral que no sea una no-moral.

Para el homosexual la perfección consiste no en la androginia, que sería un modo mitológico de expresar el ideal de la virginidad, sino, muy contrariamente, en la conducta bisexual, esto es: en la versatilidad máxima, en el “coitus universalis”.

El homosexual no busca la unidad en el espíritu, sino la expansión pasional; no actúa por la forma, sino que padece contra la forma; no pretende la consciencia, sino el olvido de sí; sólo da finitamente para recibir finitamente, desconoce el desinterés; no anhela la elevación, sino el solaz hedonista, tan idealizado como se quiera.

No digo que los homosexuales no tengan sentimientos, sino que estos son patológicos y carecen de legitimidad, como si yo me enamoro de mi nieto o deseo penetrar a mi abuela. El mero hecho de planteárselo, aunque no se lleve a cabo, es inmoral. Y es inmoral relacionarse hombres con hombres o mujeres con mujeres, porque se está privando a la familia de su soporte biológico y de su verdadero sentido, que es la comunión en el tiempo y la perpetuación por la descendencia. Cualquier pretensión de escamotear este punto mediante adopciones o cambios de sexo no hace más que agravar la inmoralidad.

Entonces, intentar convertir esta conducta desviada en equiparable a aquella a la que se opone completamente me parece un error, y lo que es más preocupante, un error voluntario. ¿Acaso hemos de aprobarla a ciegas porque “no perjudica a nadie”? En absoluto, incluso concediendo el punto de que no afecte negativamente a los homosexuales. El perjuicio no es la medida de la inmoralidad de un acto. Imaginemos el siguiente caso: Si a mí, indigente, me atropellan a propósito, me parten la pierna y, como consecuencia, recibo una indemnización que me salva de la miseria por unos meses, puedo considerar que he salido ganando. ¿Convierte eso en moral al acto de atropellarme? Es obvio que no.

Para el homosexual “perjuicio” significa sufrir algo contra su voluntad. Yo digo que un alcohólico sufre contra su voluntad cuando deja de beber, y contra su consciencia cuando bebe. El homosexual, pues, igual que el alcohólico, pretende eliminar la consciencia para que la voluntad campee a sus anchas.

Pero la demagogia plantea un falso dilema: o los segregamos y les aplicamos electroshocks, o los aceptamos plenamente y con todas las consecuencias. Pues no, ni lo uno ni lo otro. No debemos tolerar las ideas de un colectivo que, con la excusa del mutuo consentimiento, convierte la familia en poco más que una orgía doméstica, y el amor en la manifestación desordenada de las pasiones. Pero tampoco debemos tipificar como delito una opción que no causa alarma social ni afecta a bienes jurídico-penales. Rechacemos el perfeccionismo, garanticemos los mínimos.

En fin, los homosexuales también gustan de compararse con lo incomparable. Una mujer no elige ser mujer; y un negro, un blanco o un chino no eligen ser negros, blancos o chinos. Huelga decir que nada hay de inmoral en su condición de tales: ni en los efectos (su persona es condigna, en principio, a cualquier otra) ni en las causas (nadie elige nacer de un determinado modo). En cambio, la homosexualidad, al formar parte no sólo de la genética, sino también, y especialmente, del dinamismo sexual a través de la educación, necesita ser restringida y no fomentada en detrimento de aquellos que la padecen.

Daniel


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arcangel

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